El surgimiento del perfil
profesional de orientador u orientadora está asociado a la democratización del
sistema educativo y a la preocupación por dar cabida en éste a la población más
desfavorecida.
Los
inicios de la orientación se sitúan a comienzos del siglo XX en Estados Unidos,
gracias a la respuesta que Frank Parsons organizó en 1902 ante la
desorientación de los jóvenes para su elección profesional. Estos jóvenes
pertenecían a las clases sociales con más dificultades y además muchos de ellos
eran inmigrantes. De esta forma vemos cómo el nacimiento de la orientación
profesional viene aparejado a la “reforma social” (Repetto, 2002:42).
En
Europa, simultáneamente, también se daba el mismo fenómeno y los primeros
servicios de orientación se instauraron en Bélgica y Alemania, también a
comienzos del siglo XX.
A
su vez, en España, el camino fue en paralelo a su entorno internacional y así,
la primera piedra de la orientación la constituye la creación del Museo
Pedagógico Nacional en 1902 por Manuel Bartolomé Cossío, en el contó con un
laboratorio de pedagogía experimental. Más adelante, y en torno a la
orientación profesional se fueron creando servicios de orientación,
especialmente en Madrid y Barcelona, como el Institut d´Orientació Professional
de 1912.
En
cuanto a los precedentes de la orientación en el sistema educativo, éstos se remontan
a 1913 cuando comienza la inspección técnico escolar que tiene encomendadas
tareas de diagnóstico precoz, asesoramiento psicopedagógico y tratamiento a la
discapacidad psíquica.
Son
años muy activos en movimientos sociales y educativos, en los que aumenta la
complejidad social, con la creciente industrialización, la oferta profesional y
a su vez, con el auge de la psicometría, lo que converge en el desarrollo de la
orientación, que se frena en seco con la guerra civil española en 1936 y que no
vuelve a retomarse hasta 1945, cuando se aprueba la Ley de Enseñanza Primaria, en
la que se dice que funcionará un servicio de Psicología Escolar y Orientación
Profesional. En 1953, la Ley
de Ordenación de la Enseñanza Media ,
crea un servicio de Orientación Psicotécnica, que habla expresamente de que en
los centros se llevarán fichas médicas y psicotécnicas del alumnado.
Un
momento especialmente significativo en la historia de la orientación en España
es la creación de la Universidades
Laborales en 1956, las que nacen con una ideología claramente
compensatoria, que pretende favorecer a las clases más desfavorecidas y que
cuentan entre sus servicios con un Gabinete de Pedagogía y Psicotecnia, el más
claro precedente de los actuales Departamentos de Orientación.
En
cambio, no es hasta 1977 cuando encontramos el origen del actual perfil
profesional de los orientadores y orientadoras, con la creación de los
Servicios de Orientación Escolar y Vocacional, SOEVs. Estos servicios cuentan
con profesionales procedentes de la docencia en primaria, a los que se les pide
la licenciatura en psicología o pedagogía y que tienen funciones de
asesoramiento, de información, de orientación y además de diagnóstico, cuando
cuentan con tres profesionales por provincia, lo que por supuesto, les desbordó
(Bisquerra, 1996). Poco a poco se ampliaron las plantillas y los recursos,
especialmente desde el traspaso de competencias sobre educación a las
Comunidades Autónomas.
Son
los años de la transición política para la restauración de la democracia, años
de inquietudes sociales que también se dejan sentir en la orientación, por lo
que proliferan los este tipo de servicios de parte de Ayuntamientos, Diputaciones,
del entonces Instituto Nacional de Empleo y de las Universidades. Esto supone
una dispersión que hace necesaria una reordenación de los servicios, además de
la definición del perfil profesional de los orientadores y orientadoras, así
como de sus funciones, por lo que en Andalucía, en junio de 1983, se celebran
las I Jornadas Técnicas de Estudio sobre la Orientación en
Andalucía.
“así,
Andalucía se constituye en la primera Comunidad Autónoma con un proyecto propio
respecto a la orientación educativa y a los equipos de apoyo; diseño que
contempla una sola red de servicios para todo el ámbito educativo no
universitario. Esta construcción conjunta y democrática es exponente de la
inquietud científica y profesional” (Rus, 1996: 70).
A
partir de ahí se creó una comisión que participó en la creación de los Equipos
de Promoción y Orientación Educativa, EPOEs en 1983. Más adelante, a raíz de la
aprobación de la LISMI ,
Ley de Integración Social de Minusválidos de 1982, surgen los Equipos de
Atención Temprana y Apoyo a la
Integración , EATAIs, en el 1985, para quedar ambos servicios
fundidos en los Equipos de Orientación Educativa, EOEs, desde el 1995,
situación que sigue vigente en la actualidad en Andalucía.
Simultáneamente,
con la aprobación de la LOGSE ,
Ley de Ordenación General del Sistema Educativo en 1990, se publica un Real
Decreto sobre las especialidades del cuerpo de profesorado de secundaria en
1991, que, por primera vez, habla de la especialidad de psicología-pedagogía,
destacando que esta especialidad cubrirá las funciones de orientación
educativa. De esta forma, los primeros departamentos de orientación
experimentales se crean en 1991 y las primeras oposiciones se convocan en 1992.
Durante
los años 90, conviven orientadores en primaria y de secundaria, en diferentes
condiciones administrativas, lo que supone la reivindicación de los primeros,
hasta que en 2007, gracias a unas oposiciones de turno especial en 2006, la
administración reconoce a todos los profesionales de orientación como pertenecientes
a todos los efectos al cuerpo de secundaria, con independencia de la etapa en
la que ejerzan.
Este
sería el recorrido administrativo del perfil de los orientadores y orientadoras
en España, la investigación que vengo realizando en Málaga, pretende conocer
los entresijos de la construcción de este perfil profesional en la práctica. Se
trata de una investigación de metodología cualitativa, basada en entrevistas
(E) en profundidad a los propios profesionales, así como en relatos (R) hechos
por los propios protagonistas en Málaga. Esta información se ha tratado
siguiendo la metodología de análisis categorial de Taylor y Bogdan (1990).
De
nuestra investigación extraemos que la motivación de los profesionales por la
orientación es mayoritariamente de tipo vocacional, especialmente si éstos
tuvieron experiencia docente previa o si estudiaron la licenciatura de
pedagogía. En cambio, entre quienes estudiaron psicología, su motivación
inicial era la psicología clínica, aunque, a medida que en la Universidad conocieron
la educación, cada vez se decantaron más por dedicarse profesionalmente a la psicología
educativa.
Esta
formación inicial, según nuestros entrevistados-as, les ha resultado
insuficiente, ni siquiera las prácticas han resuelto las necesidades formativas
que precisaron para incorporarse a la orientación y muchos de ellos y ellas
destacan el período de preparación de las oposiciones, como el momento en el
que comprendieron la orientación y el perfil profesional de los que se dedican
a ella. (Fernández y Fernández, 2006).
Sin
embargo, para quienes ya pertenecían al sistema educativo y trabajaban como
docentes, la oportunidad de trabajar en orientación era algo que se esperaba
hacía tiempo, como dice un orientador procedente de la docencia:
“Cada vez
tengo más claro que cuando no había orientadores había maestros que, aunque de
manera menos sistemática, hacían muchas funciones de orientador” (R11).
Así, el ejercicio
de la orientación parece ir aparejado a un fuerte componente vocacional y de
servicio. Según nuestro estudio, los profesionales de la orientación creen en
el trabajo que hacen, lo que les lleva a una importante implicación
profesional, por lo que es muy frecuente que prolonguen su horario laboral
mucho más allá del establecido y dediquen gran parte de su tiempo libre a la
actualización científica y normativa o bien al desarrollo de proyectos
educativos como escuela de madres y padres o proyectos de convivencia, entre
otros.
Esta fuerte
implicación profesional es el origen de un estrés laboral, que Rubio (2004) ha
calificado como alarmante, tras una investigación realizada entre orientadores
en Extremadura, lo que constatamos en un pequeño estudio en la provincia de
Málaga. (Boyano y Cobos, en prensa).
Esta
situación se agrava aún más por la percepción idealizada del profesional de la
orientación y las expectativas que genera en la comunidad educativa, que
pretende encontrar en el profesional algo así como “un mago sin magia”. Así,
cuando preguntamos a los profesionales sobre las competencias requeridas para
un orientador u orientadora nos dicen:
- Formación teórico-práctica
- Actualización en normativa
- Autosuperación
- Experiencia docente
- Empatía, escucha
- Inteligencia emocional
- Habilidades sociales
Esta relación de
competencias profesionales nos sitúa ante un perfil profesional en el sistema
educativo muy especializado, con una amplia formación, que a la vez tenga
habilidades con las convivir con las comunidades educativas y resolver con
eficacia problemas de la práctica.
Nuestra
investigación, además, muestra que muchos de los profesionales incorporan los
aprendizajes de toda su trayectoria, no sólo profesional, sino personal, como
fuente de formación para el desarrollo de su trabajo, por lo que muchos
profesionales dicen incorporar a su práctica los saberes aprendidos como
docentes, voluntarios en ONG, en clases particulares, o incluso mediante sus
experiencias personales.
El
desarrollo de todas estas competencias profesionales hace necesario un
replanteamiento de la formación inicial de los orientadores y orientadoras, que
supere el hiato entre la teoría y la práctica y que aproveche como nexo de
unión entre ambas, la formación y experiencia de los profesionales veteranos en
ejercicio, a modo de tutorización a lo largo de todo el primer año.
Una
tutorización cotidiana, que abarque más allá del seguimiento administrativo, como
una formación práctica organizada y reglada. Porque estos profesionales, con
estas competencias alcanzadas, existen y están en los centros, con un enorme
potencial que puede rentabilizarse aún más, no sólo en la formación de los
orientadores noveles, sino en la del profesorado en su conjunto y, por ende, en
el sistema educativo y nuestra sociedad actual y venidera.
Bibliografía
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BOYANO MORENO, J.T. y COBOS CEDILLO, A. (En prensa) La
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educativa. En: Revista de investigación
psicoeducativa.
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REPETTO TALAVERA (2002) Modelos de orientación e
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UNED.
RUBIO
JIMÉNEZ, J.C. (2004) Fuentes de estrés, síndrome de burnout y actitudes
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Disponible en:. http://www.aidex.es/estres/BurnoutOrientadorJC.pdf.
(Fecha de acceso: 2007-10-10).
RUS ARBOLEDAS, A.
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SANTANA VEGA, L. E. (2007) Orientación Educativa e Intervención psicopedagógica. Cambian los
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SANTOS GUERRA,
M.A. (1995) Piedras en el camino. Dificultades de los Departamentos de
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Educación Secundaria. Málaga: Aljibe. pp.269.284.
TAYLOR, S.J. y BOGDAN, R. (1990) Introducción a los métodos cualitativos
de investigación. Buenos Aires: Paidós.
Este artículo fue publicado en Perspectivas, la Revista Española de Orientación Profesional editada por la UNED, REOP nº 19, 3 en 2008.
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