Como todos
sabemos, estamos en tiempos convulsos, de crisis, cambios, reformas… Vivimos
con la permanente sensación de que todo es transitorio y de que en cualquier
momento puede cambiar.
Ni siquiera es descabellado decir que, hoy por hoy,
nadie se atrevería a asegurar a la madre de un niño de tres años que ahora se
escolariza, cómo va a ser el final de su escolaridad obligatoria, ni siquiera
eso, casi aterrador.
Como
todos también sabemos, algunos de estos cambios obedecen a “ocurrencias” o
“despertares matutinos bienintencionados” de algunos gestores de la
administración educativa. En otras ocasiones, las propuestas nacen como
respuesta a los resultados de análisis o de informes de investigación. La
búsqueda por encontrar soluciones es incesante, a veces agónica y nadie parece
encontrar la receta.
En
este artículo se propone que también se ponga el punto de mira en un aspecto
poco tratado: la selección del profesorado. En la mayoría de los informes que
pretenden ofrecer un diagnóstico sobre el sistema educativo, uno de los
aspectos que suele repetirse es la necesidad de mejorar la formación del
profesorado. Difícilmente encontramos esta conclusión en las evaluaciones que
se hacen de otras de las grandes instituciones como el sistema sanitario o las
infraestructuras administrativas o técnicas. Por otro lado, resultaría bastante
alarmante que se hiciera público que los sanitarios del sistema público de
salud necesitaran de mayor formación o que fuera preciso mejorar la formación
de los arquitectos o arquitectas responsables de tanto edificio que se
construyó en las últimas décadas (por cierto, jaleados con la cantinela del “España va bien” muchos de ellos todavía
sin terminar, sin habitar o sin pagar…, dichosa crisis).
La formación del profesorado es un
tema recurrente al que culpabilizar de que el sistema educativo no funcione
como desearíamos y, desde luego que es mejorable. Sin embargo, con escasa
frecuencia se responsabiliza a la selección del profesorado de estos mismos
males.
Atendiendo a cómo se realiza la
selección del personal docente que va trabajar en el sistema educativo, cierto
es, que en las actuales condiciones, si llegara el éxito sería casi por
casualidad. De hecho, en numerosas ocasiones nos encontramos con profesionales
de calidad extraordinaria y sin embargo, ellos y ellas han sido seleccionados
por el mismo procedimiento que los malos profesionales, digámoslo sin
eufemismos, los malos existen, es cierto.
La selección de personal es un
proceso complejo que forma parte de toda una disciplina académica denominada
“Ciencias del trabajo”. Este ámbito de conocimiento se corresponde con un grado
universitario y con varios perfiles profesionales. Sin embargo, la
administración educativa parece que no la conoce.
La administración educativa
fundamenta la selección de su personal docente en la superación de un examen
teórico que prima la memorización, la capacidad de redacción y de exposición
oral. Asimismo, podemos decir que premia también a quien mejor copia o
“refríe”, ya que alguna de las pruebas consiste en la presentación de un
proyecto y/o unidad didáctica, las que se encuentran por centenares en web
similares al “rincón del vago”.
Los opositores y opositoras preparan
los temas durante meses o años, en frecuentes casos por la motivación de
conseguir un trabajo estable y una vez conseguido el objetivo “a vivir”, tal y
como he escuchado en decenas de ocasiones.
La administración no se plantea incluir
otro tipo de cribas como las entrevistas, donde conocer la motivación y
expectativas del opositor u opositora, algo de lo que una gran empresa jamás
prescindiría. Tampoco recurre al empleo de pruebas psicotécnicas, lo que sería
absolutamente necesario sabiendo que el material que se pone en juego en la
interacción educativa es el humano, son las personas y principalmente los
aspectos cognitivos y sobre todo, emocionales (con estos mimbres hay que hacer
el cesto).
Parece que la administración tampoco
se plantea la rentabilidad del curso de prácticas, lo que para todos no es más
que “un paseo”, así se llama normalmente. No se valora y se desperdicia la
oportunidad de que el aprendizaje de la práctica educativa sea de manos de
quienes mejor pueden formarlos.
Por eso te pido, apreciado gestor de
la educación, que algún día se replantee la selección del personal que trabaja
en esta empresa, especialmente del profesorado. Te pido que contrates a los
mejores, los que además de saberse los temas del examen, saben (o están
dispuestos a aprender) cómo tratar al alumnado y a sus familias, los que
disfrutan con la educación porque creen que es el mejor medio para que la
humanidad avance y se haga más humana; los que saben escuchar, trabajar en
equipo y por tanto, valorar a los demás, luego, construir comunidad.
Esos y esas profesionales con los que sabemos que se puede contar
siempre, para ir de excursión, para ayudar a evolucionar a quien más le cuesta,
los que tienen conciencia de que ocupan un puesto que les trasciende más allá
de su persona, porque son administración educativa ante la sociedad y unas de
las personas más influyentes y decisivas en la vida de nuestros niños, niñas y
jóvenes. Necesitamos profesionales comprometidos con su mundo, con la cultura,
con la vida y el futuro, y con el actual sistema de selección no los
encontramos, por favor, por el bien de todos, reformen también esto.
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